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miércoles, 31 de julio de 2013

Panam 2003: 10 años después

17 días que estremecieron el orgullo nacional

La fe y la humildad de un pueblo que desafió al continente se unieron para lograr lo que parecía imposible, en resumen, los mejores Juegos Panamericanos de la historia.
 La XIV versión de los Juegos Panamericanos, realizada en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana,  entre el 1 y el 17 de agosto de 2003  cumplen una década de la más importante epopeya deportiva nacional.
La justa que conmocionó a todos los sectores sociales sembrando grandes alegrías en la población, reunió a más de 5 mil 300 atletas de 42 países, quienes compitieron en 37 deportes y sus modalidades.
Santo Domingo 2003 dejó una herencia al deporte nacional en instalaciones modernas, implementos, recursos humanos y sobre todo, una nueva visión del deporte de alto nivel.
La sede dominicana sin dudas se elevó al pasar la prueba con la conquista del noveno lugar entre las 42 naciones y la conquista de 41 medallas: 10 oros, 12 platas y 19 bronces.
Al finalizar la más esplendorosa fiesta de la juventud americana, llovió café en Santo Domingo y en toda la nación cuando en la clausura oficial el laureado cantautor Juan Luis Guerra y la Miss Universo Amelia Vega pusieron la nota más alta bajo una lluvia de fuegos y colores que dibujó las mejores sonrisas del dominicanoÖ y anunció un siguiente encuentro continental -cuatro años después- en Río de Janeiro.
Las páginas de LISTÍN DIARIO recordarán con orgullo a nuestros héroes panamericanos durante los 17 días, que hace una década, estremecieron los mejores sentimientos de dominicanidad.
Un batazo de fuego
Los Juegos Panamericanos Santo Domingo 2003 vieron como se inauguraron gracias a una pelota de béisbol bateada por el niño Luis Ángel Alfonseca Pujols que subió por un hilo de metal, recorrió gran parte de las graderías del estadio olímpico y encendió el pebetero.
Fue la culminación de la ceremonia inaugural celebrada el primero de agosto de 2003 ante una concurrencia calculada en alrededor de 30 mil personas que abarrotaron la instalación deportiva y salieron con un agradable sabor de satisfacción.
La historia de la República Dominicana no había sido testigo de un espectáculo tan diverso y difundido como el que se presentó para tal ocasión.
Los bailes folclóricos, los ritmos sonoros y caribeños sirvieron de sustento al gran colorido y vistosidad escénica que apostó más al ser humano que a los ausentes recursos de la tecnología moderna.
Como “un señor espectáculo”, de “muy bonita, excelente” y “excelente, súper” fue catalogado por el presidente Hipólito Mejía, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge y el presidente de la Organización Deportiva Panamericana, Mario Vázquez Raña, respectivamente.
Bajo la coordinación de Freddy Beras Goico, el espectáculo contó con la producción de Chiqui Haddad, José Antonio Rodríguez, Guillermo Cordero, Josefina Miniño, Mónica Despradel, Graciela Olivero y Soraya Gallardo.
La bandeja al espectáculo fue servida por algunos fragmentos del poema “Hay un país en el mundo” del poeta nacional, Pedro Mir y presentó clásicos de la discografía criolla como “Ojalá que llueva café”, la canción “Por Amor” y el merengue “Compadre Pedro Juan”.
Grupos folclóricos danzaron bajo el influjo de los ritmos autóctonos como el de palos y atabales.
Los protagonistas en el escenario fueron los cantantes Maridalia Hernández, Sonia Silvestre, Xiomara Fortuna, Milly Quezada, Fefita La Grande, Roldán, Niní Caffaro, Sergio Vargas, Eddy Herrera, Joe Veras, Zacarías Ferreira, El Prodigio y Francisco Ulloa.
ALEGRÍA Y COLORIDO
La música, la danza, el folclor y la belleza de los personales del carnaval dominicano dijeron presente. Todos los géneros musicales desfilaron por el espectáculo panamericano. Entre poema y poema la música llenaba el lugar. Un grandioso rompecabezas humano dio vida a la imagen de la Virgen de la Altagracia en un momento. En otra oportunidad, una gigantesca y colorida mariposa avistó el lugar en medio de un mar lleno de cantaoras que hacían vibrar el campo deportivo.
Mientras los merengueros interpretaban sus últimas estrofas, la antorcha llegó al estadio en las manos de Donato Vásquez. La expectativa aumentaba con relación a quién y cómo se encendería el pebetero. El fuego panamericano pasó luego por la posesión de glorias deportivas como San Lázaro de la Cruz, Mario Álvarez Soto, Joan Guzmán, Pedro Martínez y Juan Marichal.
Marichal entregó la antorcha al niño Alfonseca Pujols, quien con su bate simuló un swing perfecto que llevaría el fuego hasta el pebetero, disfrazado de anáfe. El momento más grande y más emocionante de todos estaba consumado.

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