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sábado, 8 de diciembre de 2012

Pacquiao y Márquez, urgidos de una victoria. Protagonizan hoy su cuarta pelea en los últimos ocho años en Las Vegas, Nevada

Ambos son mucho más grandes que cuando pelearon por primera vez hace ocho años. Eso salta a la vista, y tanto Manny Pacquiao como Juan Manuel Márquez han tenido que enfrentar la suspicacia de aquellos que creen que esos músculos no son del todo naturales. Pero los púgiles no son los únicos que crecieron. También aumentaron el dinero y la publicidad para cuando choquen hoy sábado por cuarta, y probablemente última, ocasión en una de las grandes rivalidades en la historia del boxeo. Márquez tratará de hacer lo que no pudo en 36 asaltos previos contra el filipino: ganar una decisión de los jueces o, mejor aún, noquearlo. A sus 39 años, es un combate que significa más para su legado que para su futuro, el motivo por el que está tan desesperado por ganarlo. “Lo único que le pido a los jueces es que sean objetivos”, dijo el mexicano. “Tienen que ver lo que realmente está pasando en el cuadrilátero, en vez de pensar en lo que puede estar pasando en el cuadrilátero”. Pacquiao no está tan desesperado, pero también necesita el triunfo. En noviembre ganó una polémica decisión dividida contra Márquez, y luego perdió ante Timothy Bradley por decisión de los jueces. Un revés ante Márquez confirmaría las insinuaciones de que cayó de su pedestal después de 17 años como boxeador profesional, y probablemente enterraría cualquier posibilidad de un combate ante Floyd Mayweather Jr. “Siempre he estado concentrado, pero nunca como para esta pelea”, afirmó Pacquiao. “No tengo distracciones. Esta vez no tengo los problemas familiares de antes”. No hay títulos de por medio en la pelea en el peso welter, pero de todas formas tendrán pagos lucrativos. Pacquiao debe ganar unos 20 millones de dólares una vez se calculen las ventas del sistema de pago por ver, y el promotor Bob Arum dijo que Márquez podría recibir hasta seis millones. La escena es muy distinta a 2004, cuando Pacquiao y Márquez apenas llenaron la mitad de un inmueble, y el dinero que ganaron casi ni alcanzaría para comprar uno de los vehículos de lujo que ahora manejan. De todas formas, aquella pelea en la división de las 125 libras tenía los ingredientes para ser una joya, y así fue. El filipino venía de vencer a Marco Antonio Barrera, y Márquez había derrotado a sus 11 oponentes previos. Pacquiao derribó a Márquez tres veces en el primer asalto, y el mexicano a duras penas sobrevivió ese episodio inicial. Pero el campeón comenzó a remontar en el tercer capítulo, dominó la segunda mitad del combate, y finalmente, los jueces declararon un empate. Los tres combates, de los que Pacquiao ganó los dos últimos, fueron tan cerrados que en realidad cualquiera pudo haber salido con el brazo en alto. Y de haber resultado de otra manera, quizás la historia del boxeo sería distinta. Pacquiao quizás no hubiese tenido el combate con Oscar De La Hoya que lo convirtió en una estrella en 2008, apenas nueve meses después de derrotar a Márquez por decisión dividida en su segunda pelea. Márquez, por su parte, probablemente no hubiese quedado encajonado en el papel del oponente aguerrido ante estrellas de mayor renombre. “Quizás cambiaría mi carrera y todo sería distinto”, reconoció el mexicano. “Pero me siento bien por lo que pasó en el pasado con Manny”.

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