"Hay que jugarse en esta parte del año", dijo Hanley Ramírez sobre el tratamiento al que se sometió para no perderse el tercer juego de la serie de campeonato de la Liga Nacional. "Hay que hacerlo hasta el final".
El torpedero dominicano de los Dodgers de Los Ángeles insiste en jugar pese a una costilla rota en el costado izquierdo, sufrida tras recibir un pelotazo en el primer duelo. Y lo hizo usando una liviana chaqueta ortopédica que blindó su torso.
En Detroit, el mejor bateador del béisbol de Grandes Ligas lleva dos meses arrastrando dolores en la ingle, abdomen y el flexor de la cadera. Aunque su producción mermó en las últimas semanas, al verse limitado con su swing para los lanzamientos altos y afuera, Miguel Cabrera tampoco renuncia a la postemporada en la que sus Tigres disputan el título de la Americana por tercer año seguido.
Tener a jugadores en una condición física que no es óptima puede ser perjudicial para sus equipos.
Se dice que los rivales pueden tentarse con minar las debilidades de ambas estrellas. Los Medias Rojas de Boston, por ejemplo, deberían despojarse de cualquier tipo de recato y exigir la movilidad del venezolano Cabrera con toques por la tercera base.
Por otra parte, la presencia de ambos también sirve de inspiración para sus compañeros.
Esto fue lo que expresó Max Scherzer, el candidato al Cy Young de los Tigres, tras ser llamado para una aparición como relevista de dos innings para mantener a flote al equipo en el cuarto partido de la serie de primera ronda contra Oakland.
Scherzer dijo que lo suyo fue un sacrificio pequeño, en comparación al ver que Cabrera ha seguido jugando con todo tipo de achaques.
"Cuando ves a Miggy saliendo a jugar con sus lesiones, dándolo todo, eso te motiva a entregarte por completo el equipo. Si me hubiesen pedido seguir lanzando, no me habría negado".
En términos similares se expresó Hyun-Jin Ryu, el pitcher abridor de los Dodgers que el lunes lanzó pelota de tres hits en siete innings para acercar al equipo 2-1 en la serie ante los Cardenales de San Luis. Ryu también pudo ver como el equipo tomaba la decisión de dejar jugar al jardinero central Andre Ethier, quien lleva semanas sufriendo con molestias en las espinillas, poco antes del tercer juego.
"Es una enorme motivación cuando ves a dos de las estrellas que salen a jugar lesionados y dejándolo todo por el equipo", comentó Ryu. "Te inspira y te motiva a tratar de rendir lo mejor que puedes".
Ramírez y Cabrera sufren molestias que sin duda les tendrían inactivos durante la temporada regular, pero sus equipos les necesitan como nunca. Detroit no gana la Serie Mundial desde 1984 y Los Ángeles desde 1988, es decir más de un cuarto de siglo.
La consigna es que hay que dejarlo todo ahora, ya que nunca se sabe cuándo será la próxima oportunidad.
Cabrera anhela volver al Clásico de Octubre, luego del sinsabor de la edición del año pasado, en la que apenas bateó para .231 (3 hits en 16 turnos) y con un ponche fue el último out de una barrida de cuatro juegos ante los Gigantes de San Francisco.
Ramírez nunca ha estado tan cerca del momento cumbre de la temporada, luego de tantos juegos intrascendentes en Miami. Su demostración reciente de ímpetu y producción (bateó para .500 con seis extrabases e igual número de remolcadas en la primera ronda) ha servido para borrar esa reputación de pelotero indolente que se ganó con los Marlins, en la que una ocasión el mánager Fredi González le sacó de un juego por fildear con dejadez una roleta.
Su actual mánager Don Mattingly y los Dodgers deben estar felices con la actitud de este Ramírez.
"Ellos fueron los que creyeron en mí cuando hicieron el cambio", dijo Ramírez. "Desde el primer día me han dado mucho cariños y me han tratado con mucho respeto. Haré lo que sea para este equipo y para esta ciudad".
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