TURÍN. Juventus ganó el martes 1-0 al Mónaco con un gol del
volante chileno Arturo Vidal, en el partido de ida por los cuartos de
final de la Liga de Campeones.
Con un penal a los 57 minutos, Vidal anotó su primer gol en esta
Champions. El árbitro cobró la falta al zaguero Ricardo Carvalho, tras
una jugada en la que el delantero Alvaro Morata pareció trastabillar
dentro del área.
La Juve buscará dentro de ocho días en el principado de Mónaco un
lugar en las semifinales de la Liga de Campeones, una instancia que no
alcanza desde 2003.
El Mónaco sorprendió a su rival por el buen manejo del balón y, sobre
todo, la superior velocidad y rapidez con que se movió en la cancha de
la Juve en Turín, especialmente en el primer cuarto de hora.
Además, el Mónaco se defendió bien cuando la Juve puso en acción la
mayor habilidad de algunas de sus figuras. Andrea Pirlo, el jugador que
suele mover los hilos del campeón italiano, dejó en evidencia que le
pesaba una ausencia desde febrero por lesión.
La primera acción de peligro fue a los seis minutos con un tiro del
artillero argentino Carlos Tevez, que tapó bien el portero del Mónaco
Danijel Subasic.
Pero el Mónaco tuvo una ocasión mucho más clara a los diez minutos
con el belga Yannick Ferreira Carrasco. Solo frente al arco juventino,
tiró al centro a las manos de Gianluigi Buffon.
Un minuto después, un nuevo remate de Ferreira Carrasco fue desviado por Buffon con dificultad.
Tevez se comió un gol cantado a los 27 con un tiro a dos pasos del
arco, débil y central, que fue más un pase al portero. Vidal también
remató alto al final del primer tiempo.
A los 62, Buffon debió elevar el balón por encima del travesaño un
remate de Geoffrey Kondogbia, y luego tapó un cabezazo de Dimitar
Berbatov.
REAL MADRID 0, ATLÉTICO 0
MADRID. El derbi madrileño de la ida de los cuartos de final de la
Champions League dejó la eliminatoria en misterio. Atlético y Real
Madrid empataron 0-0 en un partido disputado en el Vicente Calderón que
tuvo tantos tintes de clásico, desde la emoción hasta la intensidad de
la pelea, como no se habían visto en los últimos seis encuentros.
Gareth Bale aprovechó un error de la media del Atlético de Madrid
para salir a galope tendido, burlar a la defensa y, frente al marco,
soltar un potente disparo. La grada del Vicente Calderón, que animaba a
los suyos a todo pulmón contuvo la respiración. Apenas cuatro minutos.
Demasiado temprano para verse abajo en el marcador.
Pero emergió la figura de Jan Oblak para impedir que los blancos se
adelantaran. Fue una gran atajada. De las que en cualquier otra ocasión
ameritarían ser recordadas como uno de los momentos de la noche. Pero
este no era un partido como cualquier otro: Era un derbi y, además, de
Champions. Después de seis intentos en la campaña, el Madrid se
comportaba a la altura y para cuando terminó la primera mitad, la
salvada del esloveno contó como la primera.
Para cuando terminó la primera mitad, Oblak daba la impresión de
haberse transformado en un dragón. Seis veces más tuvo que intervenir
para evitar que su equipo se desangrara. Resultaba que el Atlético no
podía mantener a raya al enemigo con la efectividad que creía. Tardaron
mucho en medir el alcance de Luka Modric, al que costaba seguir la
pista. Raphael Varane, que en su última visita al Calderón se asemejaba
más a un conejo asustado que al último capitán de la selección francesa,
daba lata por toda la cancha. Un bólido más en las filas merengues,
como si Bale y Cristiano no fueran suficientes.
Gareth Bale se abría espacios por el centro y mantenía una fructífera
conexión con Modric y James. Y como era poco guardarse de los
peligrosos disparos de Bale, estaba el colombiano, que al igual que
Ronaldo y el galés, vio su intento desde la frontal. O Marcelo, que
aparecía a cada rato para poner un centro de esos que llevan veneno.
El arquero esloveno daba la actuación de la temporada, pero con cada
llegada merengue, la grada se afligía un poco más. La incertidumbre. No
saber si el jugador de 22 años aguantaría mucho más. Peor, cuando el
Atlético había tenido apenas una ocasión de peligro y que Griezmann
había desperdiciado al mandar el balón directo a las manos de Iker
Casillas.
Algo fallaba en las filas rojiblancas hasta en el balón parado. Koke,
el que la pone donde quiere, mandaba los balones demasiado largos; como
si jugara con la mira mal calibrada. Y no era éste el partido para
mostrarse dubitativo; cada error, por inocuo que pareciera, tenía el
potencial de hundir el barco. Pero en el las filas del Atlético de
Madrid, donde las carencias técnicas se compensan con coraje e ilusión,
no iban a permitir un desastre.
Avanzaba el tiempo y el Madrid ya no lo tenía tan claro; costaba
empujar a los colchoneros a su mitad. Las oportunidades seguían siendo
merengues, pero el cuadro colchonero luchaba con uñas y dientes para
abrirse paso. Sobre todo con las de Mandzukic, que estaba hecho una
fiera. Quedaban 15 minutos en el reloj cuando Ancelotti decidió apretar,
enviando a Isco en lugar de Benzema, que justo antes se había perdido
una oportunidad clarísima. Intuyendo una catástrofe, Simeone movió ficha
inmediatamente.
Había que reventar esa reforzada media merengue así que Griezmann,
que no había hecho gran cosa, dejó su lugar a Raúl García. Músculo y
olfato goleador, todo en uno. Funcionó por un unos minutos, antes de que
el aplastante talento acumulado en la media merengue surtiera efecto y
de nuevo, fueran los blancos los que estuvieran cerca de inclinar la
balanza a su favor. Mandó llamar el Cholo al amuleto Torres. Ancelotti, a
Arbeloa.
Los últimos minutos transcurrieron en una cerrada batalla a ida y
vuelta apenas contenida por ambas zagas. Nivelada. Casi justa. Casi,
porque Ancelotti, que había apostado por dos empates antes que caer en
el Calderón otra vez, se había salido con la suya.