No dejes que los medios de comunicación te engañen con sus ideas equivocadas: Steve Nash y Dwight Howard llegaron a Los Angeles para sostener sobre sus hombros un mundo que estaba a segundos del colapso.
Los Lakers se han caracterizado por este tipo de movidas dramáticas y arriesgadas. Su enorme mercado -al igual que lo que sucede con los Knicks en New York- trae aparejadas algunas ventajas financieras, pero fue siempre su espíritu de barajar y dar de nuevo a tiempo, lo que le permitió a la franquicia oro y púrpura salir de la hoguera para escalar al reino de los cielos.
eamos, no hace falta que Kobe Bryant haga psicoanálisis para saber que los Lakers tenían problemas de fondo. Sus piernas ya no lucen como hace cinco años y por lo tanto la lógica del básquetbol de héroes sólo tenía el fracaso como único destino posible.
Juntar estrellas no significa conseguir un equipo de campeonato. Está claro que los mejores conjuntos están nutridos de los talentos más destacados, pero no siempre una cosa va de la mano con la otra. Un órgano en mal funcionamiento puede contaminar al cuerpo más dotado de la naturaleza.
Existe una razón por la cual estos nuevos íconos de la mercadotecnia, estos Lakers 3.0 con destellos de la vieja guardia, pueden madurar antes de tiempo. La razón está en el traslado y se llama Nash. El muchacho ex Phoenix Suns es la mente brillante que hará girar esta maquinaria y es la voluntad sobre el rectángulo de juego para amoldar el carácter complicado de todos los que están alrededor.
Nash no necesita hablar con Gasol. Nash puede hablarle a Kobe. Nash debe hablarle a Howard.
El problema más grave que se suscita en estos casos es pensar que los equipos están formados por tres o cuatro jugadores célebres. Tomemos el caso de Miami Heat, que unió hace un par de temporadas a tres de los talentos más espectaculares de la Liga. Necesitaron todo un año de adaptación para conseguir jugar como equipo, es decir, involucrar a las piezas que están alrededor. Y lo cierto es que, si seguimos con la comparación, estos Lakers no tienen tiempo para esperar. Este equipo debe ganar ya, y si no lo consigue, más vale que Mitch Kupchak vaya buscando una buena excusa, porque todos los billetes que estaban disponibles hoy, mañana, y pasado, fueron colocados sobre la mesa para armar esta fiesta de regreso.
En los últimos tiempos, Howard se ha encargado mas de hablar que de jugar al básquetbol. Sus idas y venidas fueron agotadoras. Su novela tuvo más protagonismo en las pantallas de TV que cualquier amorío barato recolectado por los paparazzi. Un hombre es lo que hace, no lo que dice. Y el gigante ex Orlando Magic se ha ganado la antipatía de muchos por sus caprichos de jovencito malcriado, por su falta de decisión para tomar un camino firme en el momento que corresponde y por poner el básquetbol, muchas veces, en segundo lugar. Detrás de esa risa histriónica y ese disfraz de Superman, se esconde un muchacho que debe madurar cuanto antes. Sus payasadas últimamente tienen menos sabor que un sandwich de lechuga.
Por lo tanto, no será fácil con DH12, porque para encauzarlo en una idea de grupo, primero tiene que estar focalizado él. Todos sabemos que el público de los Lakers es incondicional, pero no es el más tolerante de la Liga: dos partidos por debajo de lo que se espera pueden empujarlo al fondo del abismo. Es la gloria o las duchas. Dijo Shaquille O'Neal: "Ahora mismo, Howard está fuera de onda. Si quiere denominarse grande a sí mismo, tendrá que meterse en la onda y llenar los zapatos". Polémico, pero real; Shaq vivió un camino similar al que está haciendo Howard. Y sabe cuando alguien quiere empujar al resto para colocarse en el centro de los flashes de los fotógrafos.
Los Lakers han fichado para meterse de nuevo en la lucha por el campeonato, pero para conseguirlo mucho dependerá de su cuerpo técnico. Habrá que ver si Mike Brown puede hacer lo que hizo Erik Spoelstra -aquel coach fuertemente criticado, ¿lo recuerdan?- para agrupar la química de multimillonarios de personalidad diversa.
Lo primero que tiene que hacer Brown es hacerse valer con decisiones que, para muchos, pueden ser cuestionables. En la vida hay que tener convicciones en los pensamientos, no se puede conformar a todo el mundo y generalmente critican los que no tienen la voluntad o el talento de cambiar las cosas. De eso se trata la personalidad. En 2011-12, Brown cometió un error de novato: hizo un equipo corto, con poca rotación y al final de la película, Kobe y los muchachos más veteranos arrastraban la lengua por el parquet. Competir así es dar una ventaja inmensa, sobre todo si se considera que existe un grupo eléctrico llamado Oklahoma City Thunder que tiene los jóvenes más explosivos y talentosos de todo el salvaje Oeste.
Por lo tanto, los Lakers están obligados a hacer un equipo profundo. Y eso se hace desde el primer día. Sólo Howard tiene pocos abriles en su documento de identidad, pero si pensamos en Nash, Kobe o Gasol, el movimiento de fichas se hace inevitable. Sin un equipo largo, los Lakers, tarde o temprano, colapsarán. Dentro de la cancha en rendimiento o fuera de la misma con lesiones inoportunas.
Ahora bien, ¿qué debemos esperar de este grupo que ilusiona? En principio, un básquetbol mucho mejor. La llegada de Howard empuja a Pau Gasol a moverse a su posición natural de ala-pivote. Si Pau no necesita rasparse en demasía en la zona de la pintura, su valor en ataque crecerá a pasos agigantados. Puede jugar pick and roll con Nash, puede jugar en el poste bajo, en el poste alto y ahora también lanzar a distancia. Además, es uno de los mejores pasadores internos de la tierra. Howard, entonces, será lo que hace pero a su vez lo que permite hacer.
En la última temporada, Nash ya no lanzó con la frecuencia que lo hacía antes al aro, algo que encaja como anillo al dedo para esta estructura en la que varios jugadores pueden quemar las redes. Su juego de pick and roll con los grandes será trascendental y Kobe deberá aceptar que existe alguien que tiene más tiempo el balón en su poder que él. Brown tiene que convencer a Bryant de que no sirve que en el cierre la pelota la tenga sólo él y sus circunstancias: girar el balón le permitirá a los Lakers abrir varias puertas de frustración para el rival, no sólo una. Es mejor un buen tiro ejecutado por cualquier hombre de la rotación que un mal tiro realizado por la estrella.
Y en este panorama de juego de pick and roll, Kobe puede ser el portabalón en la ofensiva, pero también aparecer como una tercera opción de descarga en el pase adicional, si es que Nash toma las riendas. Algo así como lo que vimos de Kobe en el Team USA. Una especie de elemento sorpresivo. Es curioso pensar en Bryant como una sorpresa para la defensa rival si hablamos de Lakers, pero este equipo es netamente diferente al de la temporada pasada. Hay que abrir el paraguas para mostrar toda la mercadería. ¿Para eso la trajeron, no es así?
En ataque, todo luce maravilloso, pero el problema puede surgir en la defensa perimetral. Nash no se ha caracterizado jamás por ser un defensor de elite y no lo conseguirá a esta altura de su carrera. Kobe es un gran defensor pero sus piernas ya no son las mismas de años atrás. Metta World Peace luce como el equilibrio fundamental para controlar a las estrellas rivales, pero se necesitará velocidad de Gasol y Howard para dar un salto veloz en las ayudas. De lo contrario, se verán varios huecos en la estructura cuando el equipo juegue sin balón. Y no me parece una locura que los Lakers intenten, por momentos, realizar defensas zonales con semejantes gigantes. Un punto importante a tener en cuenta será, también, el balance defensivo: Brown deberá trabajar en el retroceso, porque en el básquetbol se corre para delante pero también para atrás. Y jugando con dos pesados como Gasol y Howard, el trabajo de mejora tiene que ser intenso.
El banco de suplentes luce interesante, pero tendrá que ser Brown el que le permita a la segunda unidad demostrar su valor. El puesto de base luce muy bien cubierto, porque detrás de Nash figuran Steve Blake y Chris Duhon. En el caso del escolta, se espera un crecimiento del flamante Jodie Meeks, para darle un buen descanso a Bryant a lo largo y a lo ancho del país. World Peace tendrá a Devin Ebanks como reserva y lo mejor llega en la posición de Gasol, porque Antawn Jamison luce como el robo de esta temporada baja en su función de suplente. El caso de Jordan Hill es una incógnita: rindió bien, pero hay que ver cómo lo hace para que Howard tenga sus minutos de relax en el banco angelino.
Este equipo de Lakers figura como un diamante de cuatro puntos, pero no hay que confundirse: aún debe ser bastante pulido para quitarle las impurezas. La materia prima está, el resultado aún hay que encontrarlo. Nadie gana por apellidos en esta Liga, sobre todo en la actualidad, cuando el universo NBA está plagado de equipos y jugadores que brillan de sólo observarlos.
Los Lakers volvieron a apostar y van por la gloria perdida.
Las respuestas, las tendremos a partir de octubre.