NATAL, Brasil
(Rafael Ramos / Enviado) -- Una jornada épica. Casi perfecta. En todos sentidos. México 1-0 Camerún.
Épica. Porque la victoria se amparó en el dominio y en el buen futbol.
Porque debió consumarla por encima de dos saqueos arbitrales al anularle
dos goles legítimos y recato en las amarillas contra los africanos. Y
porque la torrencial lluvia le anegaba sus pretensiones de salida a ras
de pasto.
Oribe Peralta hizo justicia, ante la injusticia consumida y consumada
sobre Giovani dos Santos, a quien le arrebataron dos goles legítimos,
porque entre los jueces Roldán y Clavijo se coludieron pata fraguar
fueras de lugar inexistentes.
Una noche sin manchas. Porque contuvieron el poderío de velocidad y
habilidad de los adversarios, sin temores, sin recatos, yendo siempre al
frente, aún incluso cuando el 1-0 era una sonrisa incompleta de
victoria.
No hay reclamos. Porque su línea media estuvo intachable, porque la zaga
desesperada, acosada a veces, logró resolver las tarascadas
camerunesas.
Injusto resaltar a alguno, aunque el fuelle de Andrés Guardado, la
inteligencia de Giovani, eran perfecto eco del trabajo que hacían Miguel
Layún y Paul Aguilar, y un poderoso ritmo de cacería de balones atrás y
al frente, por parte de Héctor Herrera.
MANDO ABSOLUTO...
"Nunca ha llovido así en Natal, nunca", es un regalo, afirmaba un
voluntario de FIFA, para explicar la tormenta sobre Natal, en una
jornada en la que, en la cancha, no hay sorpresas.
Camerún monta su tribu en un 4-5-1 y la esperanza frugal del
contragolpe. México en lo suyo: Miguel Layún y Paul Aguilar como obreros
de la guerrilla por los extremos.
El Tri levanta la temporada de veda. Cacería sobre Leones Verdes en
temporada abierta, pero los disparos de Layún, Aguilar, Herrera y Gio
llevan más pólvora de ansiedad y nervios que de certeza.
Y cuando a los 11' Giovani perfora cacheteando el balón, le aniquilan la
euforia con el trapo arbitral agitándose desde la banda: fuera de lugar
inexistente.
Al paso de los minutos, Camerún pierde el respeto y responde. En tres
minutos, a partir del 21, se mete a la antesala mexicana y Eto'o le pone
escalofríos al poste, y balones en el área que obligan a la defensa del
Tri a despejes desesperados.
En la respuesta, Giovani se encuentra un segundo saludo a las redes. De
nuevo el colombiano Wilmar Roldán queda en evidencia con su tendencioso
trabajo anulando la anotación de México, de nuevo, por supuesto fuera de
lugar, inducido nuevamente por su juez de línea, Humberto Clavijo.
En los minutos de agonía, esos en los que ocurren las tragedias y los
dramas, sabiamente Camerún se repliega de nuevo y se dedica a debatir
con las arremetidas del Tri y con la lluvia.
México cierra sitiando la portería de Camerún y alerta de los
contragolpes, especialmente porque si bien Guardado cumple, no logra
anular las embestidas a dos perfiles de Benjamin Moukandjo.
TOLERANCIA...
La lluvia arrecia. Y también el frenetismo camerunés. México mantiene la
brújula del juego. El hombre de la justicia ciega, miope al menos,
Roldán sigue debiendo amarillas por entradas sobre Layún y Giovani.
Con el Tri imponiendo el control, arrullando la pelota y enseguida
montándola en vértigo, mantiene la desesperación sobre un Camerún que no
encuentra la pelota ni un atajo hacia la portería de Guillermo Ochoa.
Con el mapa del juego en la mano, la persistencia de México encuentra la
Tierra Prometida que el arbitraje les había incautado dos veces.
Y ocurre con la frescura de la verticalidad. Héctor Herrera decide en un
suspiro, y entrega a la diagonal de Gio. Su disparo cruzado es apenas
manoteado por el arquero. Y Oribe Peralta, el ausente, el distraído, el
asolado, el perseguido, llega con esa cita que tiene con la Diosa de las
Oportunidades y esa calma chicha para definir lo inevitable. 1-0, al
minuto 61.
Y el Estadio Das Dunas vive sus propias dunas humanas, arenas movedizas
en verde, que se estremecen en desorden en la tribuna, con el alarido
pleno del gol, con la esperanza inminente de la victoria, del debut. El
grito de gol se convierte en la oración magnífica de la fe.
Miguel Herrera elige en la banca: Marco Fabián por Andrés Guardado y
'Chicharito' Hernández por Peralta. Una apuesta osada, audaz, generosa,
para no especular con la timidez del 1-0, sino para atreverse a la
consumación de la proeza.
Y en el minuto 91, cuando suelen presentarse pues las tragedias, cuando
remata Benjamín al ángulo derecho de Ochoa, el arquero mexicano se viste
de héroe. Historia consumada.
Aunque el alarido se convierte en espuma rabiosa de decepción cuando a
los 92', 'Chicharito', en un pase impecable, Javier Hernández lo manda
al tercer piso de este estadio de sólo dos niveles.
Ahora, a pensar en Brasil, y a prepararse para esa tendencia de terror arbitral que impera en el arranque de la Copa del Mundo.