Muchos y muy variados son los héroes que han provocado tal acontecimiento: la Federación Dominicana de Baloncesto, la empresa Southgate que regentea la selección, los entrenadores, los jugadores, los asistentes, etc.
Para ponerle nombre y apellido a este histórico paso no bastarían todas las páginas de este medio de comunicación.
Muchas personas han puesto su trabajo al servicio de esta causa, y si bien es cierto que reciben beneficios por sus servicios no hay forma de pagar la satisfación dejada en el ánimo de la afición por el logro obtenido.
El éxito alcanzado debe de ser ponderado en su justa dimensión.
Un país pequeño, tercermundista y con limitados recursos humanos y materiales alcanza un puesto en un campeonato mundial de un competitivo deporte colectivo por delante o primero que países desarrollados como Brasil, Alemania, Canadá, Rusia, China, Japón, Gran Bretaña, entre otros.
La sexta fue la vencida. En cinco participaciones en los denominados torneos premundiales no se había conseguido la meta. En dos ocasiones (1989 y 2009) se llegó a un partido por la clasificación al mundial, pero en ambas el equipo dominicano terminó derrotado.
Ya no habrá más excusas que dar. Con un trabajo serio, constante, una serie de hombres pusieron de lado sus intereses, su vida y su familia para integrarse a un proceso de entrenamientos, prácticas, fogueos y partidos oficiales bajo la mirada atenta de millones de compatriotas que pusieron, una vez más, toda su confianza y esperanza en ellos. Esta vez el final ha sido feliz.
Ya no estará solo el equipo de 1978 que participó -con una digna actuación- en el Campeonato Mundial de Filipinas.
Un invitado especial que debería estar en España en 2014 es Franklin Western, quien decidió representar a la República Dominicana en vez de a Puerto Rico, pero no tuvo la suerte de jugar a ese nivel.
Algo parecido a lo que hizo con Manuel -Varilla- Lugo en esa ocasión. Seguro que en el cielo del baloncesto, muchos dominicanos también disfrutan el momento.
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