El dominicano fue elegido al Salón de la Fama con un contundente 91.1% de los votos. Eso no fue sorpresa, dados sus logros. Pero con el anuncio de las votaciones de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica, la interrogante era cómo un 8.9% de los votantes podían dejar a Martínez fuera de la boleta.
Martínez y dos otros lanzadores, Randy Johnson y John Smoltz, se convirtieron en inmortales en su primera oportunidad en la papeleta. Junto a Craig Biggio (elegido en su tercer año en la boleta), este grupo del 2015 representa la primera vez en 60 años que cuatro jugadores son elegidos por la Asociación.
Pedro tenía una estatura discreta, pero fue un grande en el montículo. Sus apodos "Petey" por lo diminutivo y "El Grande" por su actuación monticular demuestran eso mismo. Martínez tenía la rara combinación de poder con la recta y un comando exquisito. En su apogeo, una bola rápida formidable, pitcheos rompientes devastadores y un excelente cambio de velocidad era su arsenal.
Durante la carrera de Martínez, el derecho dice haber pesado entre 164 y 170 libras. Pero de cualquier manera, el dominicano generaba una gran velocidad.
"Me consideraba un pitcher de poder, con algo de finesa agregada", dijo Martínez en una llamada por teleconferencia.
¿Cómo generaba tanta velocidad?
"Yo era muy preciso en mi mecánica", dijo. "Mis piernas dictaban mi poder".
Martínez lanzaba de manera entretenida y con mucha agresividad. Trabajaba con mucho que demostrar. Convirtió la adversidad en una ventaja.
"Eso era el resultado de la negatividad que me rodeaba, la gente diciéndome, 'No, no puedes', cuando yo sabía que sí podía", expresó Martínez. "Eso me transformó la mente y el cuerpo".
Entre su talento y su actitud, Martínez lanzó al más alto nivel. Y eso fue suficiente para poner números asombrosos. Ganó el Cy Young en ambas ligas, con Montreal en 1997 y con Boston tanto en 1999 como el 2000. Terminó segundo en las votaciones de dicho premio dos veces, tercero una vez y cuarto en una ocasión.
De 1997 al 2003, Martínez registró las siguientes efectividades en diferentes aos: 1.90, 2.07, 1.74, 2.26 y 2.22. En 1999, ganó la Triple Corona de pitcheo en la Liga Americana, con marca de 23-4, promedio de carreras limpias de 2.07 y 313 ponches en 213.1 innings. Y el dominicano tenía como estadio local el Fenway Park, favorable para los bateadores, y en una liga con el bateador designado.
Al hablar con el MLB Network el martes, se le preguntó si se sentía con 10 pies de estatura sobre el montículo.
"Para ser honesto, sí", contestó Martínez. "Me sentía así, sobre todo en esa temporada del 99. Con esa actitud me subía al montículo y quería asegurarme de comunicar eso, como que yo era el más alto".
Martínez hizo su mejor trabajo durante lo que conocemos ahora como la era de los esteroides. Se anotaban carreras por montones. Pero era lo contrario cuando Pedro Martínez estaba en el montículo.
Entonces, en ese aspecto lo que ya era impresionante se convierte en algo más grande aun.
"Lo hice de manera limpia", dijo Martínez al respecto. "Se decía mucho sobre, 'Pedro se perdió 15 días'. Parecía que cada año Pedro tenía algo que decir sobre sus hombros, sus piernas o algo. ¿Pero saben qué? Lo hice de manera limpia. Por eso me tomaba 15 días (para recuperarme) cada vez que me lesionaba. No tomé la ruta corta para mejorarme.
"Lo hice de la única manera que sabía, que el béisbol me enseñó y que me enseñaron mi mamá y mi papá a hacer mi trabajo: de manera seria y respetuosa. Lo hice de manera limpia".
Como manera de expresar lo lejos que ha llegado, Martínez una vez contó una historia sobre su infancia en la República Dominicana. Estaba sentado debajo de una mata de mango sin dinero para el pasaje del autobús (guagua). Ahora se une a Juan Marichal como los únicos dominicanos en el Salón de la Fama de Cooperstown.
"De la mata de mango a las Grandes Ligas", dijo. "No se puede alcanzar algo más grande".
Y en su apogeo, ningún lanzador podía alcanzar a Pedro Martínez, un competidor de primera clase y ahora un Salón de la Fama en su primera oportunidad.
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