Con eso ha venido siempre nuestras especulaciones sobre qué harán en cada invierno, a cuáles peloteros adquirirán y por cuántos millones.
Eso nos lleva, naturalmente, al caso de Robinson Canó. El segunda base es el mayor nombre en el mercado libre este año. Entre sus muchos logros, el dominicano acaba de ganar su cuarto Bate de Plata en forma consecutiva.
El retener a Canó parecería ser algo casi obligado para los Bombarderos del Bronx. El intermedista ha sido productivo, saludable y consistente. No hay debate sobre esos temas.
Además, tomando en cuenta las lesiones y la avanzada edad de los Yankees del 2013, está en un punto bien alto el poder de Canó en las negociaciones. Como jugador de impacto en esta edición del equipo, parece ser insustituible.
Otra cosa: La agencia libre ya no ofrece tantas opciones como antes. Con los ingresos y la prosperidad repartidos más entre todos los equipos hoy en día, las franquicias de mercados pequeños han podido retener a sus jugadores de más valor. Por ende, llegan menos estelares al mercado.
Todo eso está a favor de Canó. El dominicano tiene el historial y el poder a la hora de negociar para conseguir un gran contrato. Es verdad que los Yankees tratarán de mantenerse por debajo de US$189 millones en su nómina para evitar el impuesto de lujo, pero todo luce indicar que un mega-pacto para Canó será inevitable.
Entonces, es comprensible que los representantes del estelar hayan iniciado las negociaciones pidiendo 10 años y US$310 millones, lo que sería un acuerdo récord. Es comprensible, pero eso no significa que no se pueda presentar el otro argumento.
La historia de los mega-contratos no sólo dice que no es buena idea, sino que lo dice de una manera tajante. Ocho años y US$220 millones no sería lo ideal desde este lado del argumento, pero cuando esa clase de pacto sería un "punto medio" entre ambos lados, todos entendemos lo robusto que está el negocio del béisbol ahora mismo.
Esto no es algo que se pueda medir con una comparación de hace cinco o seis décadas. El mega-contrato a largo plazo es un elemento relativamente nuevo en Grandes Ligas. Lo que se sabe es que lo más indicado no es otorgarle un contrato de 10 años a un pelotero que ya ha cumplido los 30 (Canó cumplió los 31 en octubre. Recibió un regalo bien bonito de su agente Jay Z, un reloj de US$33,000. Pero ese tema será para otra columna).
Los Yankees ya tienen que pagar unos de esos contratos y se les ha hecho muy, pero muy pesado: El de 10 años y US$275 millones de Alex Rodríguez.
La gerencia de Nueva York tiene que tener la esperanza de que por lo menos un año de la suspensión de Rodríguez se cumpla. Eso le ahorraría unos US$26 millones de un salario que fácilmente podría llegar a US$30 millones con incentivos.
Tal vez una situación más comparable sea la de Albert Pujols y su contrato de 10 años y US$240 millones con los Angelinos. Hubo preocupaciones en San Luis cuando el dominicano dejó a los Cardenales para firmar con los Angelinos. Pero su primer equipo ha triunfado desde entonces, mientras que el equipo de Anaheim ha terminado dos veces en el tercer lugar de su división con Pujols.
Las lesiones y algunos bajones ofensivos caracterizaron los primeros dos años del toletero en Anaheim. Se puede esperar que la producción de Pujols-en caso de éste estar en salud-vuelva a parecerse a la que tuvo en San Luis. Sin embargo, no se puede proyectar eso para la duración de su acuerdo con los Angelinos.
Este ejemplo presenta un fuerte argumento en contra de un contrato de esa naturaleza para un jugador de 31 años-por más productivo que haya sido. Canó es afortunado de estar negociando con los Yankees, que a pesar de la disminución de sus gastos cuentan con enormes recursos económicos.
Ahora bien, todos los equipos tienen sus límites-incluyendo los que vienen del sentido común.
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