“Las cosas pasan por un propósito”, recalcó Rivera durante una entrevista con The Associated Press al entrar en el tramo final de su 19na. y última temporada como lanzador de los Yanquis de Nueva York, su único equipo.
Está lo del scout que en primera instancia le descartó al considerar que no tenía suficiente habilidad como bateador. Pero un año después, cuando Herb Raybourn regresó a Panamá, el cazatalentos de los Yanquis tuvo el atino de evaluar otra vez a Rivera como pitcher, aprobó lo que vio y ahí mismo ofreció 2.500 dólares para asegurar la firma. Casi un cuarto siglo después, el monto acumulado de salarios devengados por Rivera como pelotero profesional supera los 169 millones de dólares.
Está lo de la operación de codo a la que se sometió en 1992, cuando se abría paso en las menores. Se suponía que iba a ser una cirugía Tommy John, pero en el último momento los doctores determinaron que el ligamento no tenía que ser reemplazado y el tratamiento consistió en moverlo. Su recta ganaría cinco millas adicionales de velocidad tras pasar por el quirófano.
Está el aspecto que, en plena rehabilitación, las Grandes Ligas organizaron un draft para que dos nuevos clubes ólos Rockies de Colorado y los Marlins de Floridaó armasen sus nóminas con jugadores de otras organizaciones. Los Yanquis dejaron disponible a Rivera, pero nadie lo tomó.
Está el momento en 1995 en el que los principales ejecutivos de los Yanquis se percataron que Rivera rozaba las 96 millas por hora. Su debut ese año no había sido auspicioso, al permitir cinco carreras y ocho hits en tres innings y un tercio en una apertura con los Angelinos de Anaheim. Poco a poco, con 10 aperturas y nueve apariciones como relevista, fue mostrando destellos de su capacidad que llamaron la atención de otros equipos. Los Tigres de Detroit identificaron al panameño como parte de un canje por el abridor David Wells y los Marineros de Seattle hicieron otro tanto cuando los Yanquis óque dudaban en darle la titularidad a Derek Jeteró querían adquirir al campocorto Félix Fermín.
“No tenía control sobre esas cosas, salvo hacer bien mi trabajo”, dijo Rivera. “Si los Yanquis tenía planeado hacer conmigo o no hacer esto, de eso yo no tenía control. Solo puedo decir con certeza. Dios estaba en el medio del asunto y él sabía lo que iba a pasar”.
Y las transacciones nunca se concretaron.
Rivera pasó a ser el preparador de John Wetteland durante la campaña de 1996, en la que Nueva York conquistó la Serie Mundial, su primer campeonato tras una sequía de 18 años. Rivera, Jeter y el abridor Andy Pettitte pasaron a formar del denominado “núcleo” que conquistó cinco títulos del Clásico de Otoño.
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