Concebido por Grandes Ligas hace una década para globalizar al béisbol más allá de sus bastiones tradicionales de Norteamérica, el Caribe y Japón, los organizadores del Clásico quedaron embelesados cuando Holanda alcanzó las semifinales e Italia avanzó a la segunda ronda. Los índices de teleaudiencia en Japón batieron las marcas de los Juegos Olímpicos del año pasado y el 51% sintonizó la derrota ante Puerto Rico en semifinales. Brasil y España pudieron dar sus primeros pasos.
La ambición es que el béisbol pueda llegar a tener el mismo impacto del fútbol, popular en cada continente. ¿Una locura? El comisionado Bud Selig lo ve posible, con juegos de temporada regular en Australia y Europa.
“La internacionalización puede llevar a este deporte a niveles que hoy día no podemos imaginarnos”, dijo Selig durante el torneo. “La idea de una auténtica Serie Mundial, el interés en el mundo, es algo que me resulta imponente”.
“Si lo hacemos bien, no vamos a reconocer nuestro deporte dentro de una década”, añadió.
Por ahora, el Clásico ofrece una experiencia entretenida gracias a la pasión arrebatadora con la que los equipos latinoamericanos se toman el desafío, desde la “mirada diabólica” del relevista mexicano Alfredo Aceves durante una gresca contra Canadá y el “plátano mágico” que el cerrador dominicano Fernando Rodney cargó como amuleto en la cinta del pantalón durante los juegos.
Un gran final
Todo llegó a su punto culminante la noche del martes, cuando la República Dominicana completó una marcha invicta en ocho partidos para conquistar su primer título. Puerto Rico sucumbió en la final, pero su sorpresiva campaña podría servir para revivir un deporte que en los últimos tiempos se había adormecido en esa isla.
También se produjo el fracaso de Venezuela, cuya ofensiva conformada por Miguel Cabrera, Pablo Sandoval, Carlos González y Martín Prado no sirvió de nada al fallarle sus lanzadores.
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