Al sábado siguiente, cinco días después, Ortiz saldría al terreno del Fenway Park para su debut en la temporada tras recuperarse de una lesión en el talón del pie derecho. No habían transcurrido siquiera 24 horas desde la captura del segundo de los dos supuestos autores de los atentados, cuya persecución había provocado que la población de Boston se encerrara en sus viviendas.
Seis meses después, a unas pocas cuadras de donde se produjo la tragedia, el bateador designado conocido con el apodo de "Big Papi" era proclamado como el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial.
En el interín, Ortiz asumió su condición de líder del equipo. Más allá de su superlativo desempeño con el madero, el dominicano levantó la voz. No una, sino dos veces.
La primera fue en el primer juego en el Fenway Park tras los atentados, con un discurso desafiante --transmitido en vivo por televisión-- que resumió el sentir de la gente de Boston: "¡Esta es nuestra... ciudad!".
Los Medias Rojas emprenderían la marcha rumbo a la conquista de su tercer campeonato desde 2004, completando una sensacional giro luego que en una tumultuosa campaña previa quedaron últimos en su división al perder 93 juegos y despidieron al mánager Bobby Valentine tras apenas un año.
Otra intervención suya sería fundamental para levantar el ánimo de sus compañeros cuando parecían a la deriva ante los Cardenales de San Luis en el cuarto juego del Clásico de Octubre.
Con San Luis arriba 2-1 en la serie y el partido empatado 1-1 tras cinco innings, Ortiz arengó a todos sus compañeros en la cueva del estadio de San Luis: "No todos los días podemos estar en esto. Vamos a relajarnos y a jugar como sabemos", exclamó en el episodio grabado por las cámaras.
Posteriormente, Jonny Gomes bateó un jonrón de tres carreras que marcó el punto de inflexión de la Serie Mundial. Boston no volvería a encontrarse en desventaja hasta disfrutar la conquista de un título en su propio estadio, algo que no había ocurrido en 95 años.
"Le decimos `Cooperstown'. Cuando él habla, nosotros prestamos atención", dijo Clay Buchholz, abridor de los Medias Rojas.
Ortiz, quien de tímido no tiene un pelo, lo sabe. "Yo soy el que da los palos aquí", llego a decir durante su magnífico octubre.
Palos como el jonrón con las bases llenas en el segundo juego de la serie de campeonato de la Liga Americana ante los Tigres de Detroit, un batazo que empató 5-5 el partido y que produjo la icónica imagen del jardinero Torii Hunter cayendo de bruces en el bullpen del Fenway Park y el policía Steve Horgan levantando los brazos en señal de victoria.
El talento para la oratoria de Ortiz indica que tal vez tenga futuro como político en el estado de Massachusetts. ¿Senador o gobernador? No suena mal.
Pero lo esencial es que en este 2013 cargó a un inesperado campeonato, que él mismo catalogó como su favorito entre los tres.
Los Medias Rojas revirtieron el desastre del año previo con un nuevo piloto (John Farrell), se desprendieron de jugadores que no cuajaron en su seno (Adrián González y Carl Crawford) y adquirieron a un diverso pelotón de agentes libres (Mike Napoli, Shane Victorino, Stephen Drew y Koji Uehara). Dejarse crecer las barbas fue su cábala y símbolo de unidad.
Ortiz fue el único que bateó más de 25 jonrones dentro de un equipo en que nadie emergió con credenciales de candidato al Más Valioso o el Cy Young de la Liga Americana. Pero los Medias Rojas encabezaron su circuito en carreras anotadas y sus lanzadores registraron el segundo mejor promedio de efectividad.
Enfocado en triturar rectas, el zurdo bateó para .688 en la Serie Mundial, al conectar 11 hits en 16 turnos, así como ocho boletos. Su OPS de 1.948 fue el segundo más alto en la historia del clásico entre bateadores con al menos 25 apariciones al plato.
Y otro detalle: es el primer jugador que no formó parte de los Yanquis que consigue tres anillos de campeón de la Serie Mundial en los últimos 30 años. También es el primero que lo hace en el uniforme de los Medias Rojas desde que un puñado de peloteros lo lograra cuando Boston obtuvo cuatro entre 1912-18.
"Este fue un equipo con más corazón", dijo Ortiz. "Es posible que este equipo no tuvo la clase de talento de los equipos que ganaron en 2007 y 2004, pero estos fueron jugadores que hacían de todo, sin importar el tipo de trabajo".
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