Desde el lunes 4 de marzo en horas de la mañana, cuando directivos, técnicos y jugadores del equipo dominicano que participaría en el Clásico Mundial de Béisbol, se encontraron por primera vez en el estadio Streinbrenner Field, de Tampa, me di cuenta de que estaba en presencia de un grupo muy especial.
Testimonios Luego de los saludos pertinentes, se celebró un mitin a puertas cerradas en el camerino y a requerimiento del dirigente Tony Peña, cada uno dio las razones de por qué habían aceptado formar parte del seleccionado criollo. Minutos después de finalizar, el propio Peña nos contó detalles de lo que allí se habló. Todavía conmovido me reveló que la reunión había sido sumamente emotiva y que hasta lágrimas hubo.
Compromiso
Destacó que cada jugador dio su testimonio de lo que significaba representar al país en un evento internacional y que algunos hicieron un mea culpa de los errores cometidos en el pasado Clásico. Además, y esto fue lo más importante, todos se comprometieron a trabajar duro y en conjunto para ganar el título, dejando a un lado las individualidades. Los resultados de los partidos de preparación ante escuadras de los Yankees de Nueva York y los Filis de Filadelfia, fueron una muestra de lo que estaba por venir.
Encomendados a Dios En el viaje de Tampa a San Juan, Puerto Rico, para participar en la ronda inicial del certamen, una vez la aeronave alzo vuelo y todos estaban acomodados en sus asientos, el relevista Santiago Casilla solicitó la atención de los pasajeros y se dispuso a orar y encomendar el grupo a Dios. Casilla leyó varios pasajes de la Biblia y expresó que quien se encomienda al Todopoderoso, tiene asegurado el éxito. Me sorprendió el fervor con que esos hombres escuchaban la Palabra de Dios en boca de Casilla y como aceptaban que, ciertamente, quien pone su futuro en manos del Creador no debe temer al fracaso.
Vínculo fuerte Las oraciones de Casilla en esa ocasión, no fue un hecho aislado o fortuito, sino que se había convirtido en una costumbre que se repitió antes y después de cada juego que celebró el seleccionado criollo, incluso en la etapa de los entrenamientos en Tampa. Es muy probable queel hecho de rezar juntos y pedir a Dios por el triunfo, se convirtió en el vínculo más fuerte que unió a los peloteros dominicanos a través de las dos semanas que duró el Clásico.
Las victorias En Puerto Rico y en las demás rondas, las victorias se sucedieron con asombrosa facilidad. Como sucedió con los Mosqueteros de Dumas, en el conjunto quisqueyano regía la máxima de “todos para uno y uno para todos”. Si alguien lo hacía bien, era felicitado y se celebraba la hazana y si uno fallaba, se le animaba para que la próxima vez lo hiciera mejor.
Todos iguales Así sucedió durante el trayecto completo del torneo. Se olvidaron los rangos y todos eran iguales. No habían grandesligas, ni ligaminoristas, ni jugadores de México, ni jóvenes, ni veteranos, cero distinción, y cada cual con la encomienda de aportar a la causa tricolor en la medida de sus posibilidades.
Confianza
Algo vital en la victoria fue que nunca hubo dudas de alcanzarla, ni siquiera cuando Italia estuvo ganando 4-0 en el primer choque de la segunda ronda, en Miami. Todo el tiempo se creyó que se podía y al final se pudo. Tampoco las hubo ante la poderosa escuadra de los Estados Unidos y muchos menos cuando llegó el turno de la revancha frente a Holanda. Y para sellar el triunfo, jamás pasó por la mente de ninguno que contra Puerto Rico la tercera sería la vencida, y por el contrario, siempre creyeron que vencerían por tercera vez a los boricuas para llevarse la corona.
País unido Determinante fue también la fuerza de todo un país, que monolíticamernte unido, aupó a sus héroes hasta la victoria final. Salve campeones, el pueblo siempre reconocerá su esfuerzo y entrega en esta gran epopeya del deporte dominicano.
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